Enfermar y Sanar: Inicio del Capítulo 8
El poder
del hombre reside en su mirada, en el ángulo, el movimiento, la fijeza, la
independencia que su mirada conserva y guarda.
Paul Valéry. Cuadernos
Lunes,
miércoles y viernes por la tarde debíamos mantener silencio. Mi padre
pasaba consulta en casa, en la parte
delantera del inmenso piso de la calle Muntaner, donde había dispuesto el
despacho, la sala de espera y la sala de curas. Una tupida cortina de
terciopelo dividía en el pasillo la zona no permitida a los niños. A las cinco
de la tarde mi padre se investía con
una bata blanca de pliegues amplios, se encendían las luces y todo adquiría un
aspecto distinto; incluso olía diferente. Se iniciaba un rito. Yo era
consciente de que algo importante pasaba detrás de las cristaleras que había
más allá de las cortinas aterciopeladas. De vez en cuando algún cliente traía
un pollo vivo, que unos días más tarde aparecería en la olla. Otros días un
olor de éter invadía la casa, y es que mi padre había pasado unas cuantas horas
en los quirófanos de entonces, impregnándose de este analgésico efluvio.
Agujas, jeringas y aparatos varios constituían sus útiles, unos útiles a los
que trataba con sumo cuidado, incluso se podría decir que con veneración.
Enormes libros le rodeaban en su despacho. Yo fui sensible a todo este imaginario
mítico, ritual y sapiencial.
¿Qué hacen las distintas medicinas?
En
realidad todas intentan lo mismo: sanar. Pero, como ya se ha visto en capítulos
anteriores, hay algo más. Cada sistema médico es parte del sistema social y
cultural al que pertenece. La medicina ejerce una influencia evolutiva en los
sistemas social y cultural al definir en palabras la realidad percibida y la
salud, además de utilizar y desarrollar todas las tecnologías a su alcance. La
medicina es, en cada sociedad, uno de los centros donde se ponen más de
manifiesto los mitos constitutivos de cada cultura. Esto hace que se encuentre
siempre en la línea limítrofe a partir de la cual las sociedades y culturas se
expanden humanizando la humanidad. Los sistemas médicos, como dice Lluís
Mallart[1],
se apoyan en el espacio individual del cuerpo humano, en el espacio
sociocultural, con su cosmovisión del mundo, y en el espacio físico. La
enfermedad se presenta como un hecho orgánico simbólico y social, y las
medicinas como un centro de creencias, ayudando a estructurar los márgenes de
cada sociedad y su sentido. De esta manera los fines de la medicina se ajustan
en cada momento histórico de las distintas sociedades. No siempre la medicina
ha tenido los mismos fines, aunque el sanar haya estado siempre delante.
El Hastings Center de Nueva York, dirigido por
D. Callahan, realizó en la última década del pasado siglo un estudio sobre los
fines de la medicina en la cultura actual que fue ejecutado por equipos de
múltiples países occidentales y orientales [2].
Entre los fines adicionales al sanar la medicina debe asumir la prevención de
la enfermedad, la promoción de la salud, la paliación del dolor y del
sufrimiento, el cuidado a los pacientes y sus familiares, tratar, acompañar y
cuidar a los incurables, evitar muertes prematuras y facilitar una muerte
tranquila. Ahora bien, definir fines es también definir aquellos que no lo son,
como por ejemplo asumir todos los aspectos de la vida que producen malestar u
ocupar todo el espacio vital de los ciudadanos al medicalizar todas las
funciones posibles. Asímismo, las medicinas deben aceptar con modestia que su
participación en la mejora del nivel general de salud de la población en el
último siglo ha sido en realidad discreta si la comparamos con la importancia
que ha tenido en este sentido el impacto de un mayor nivel económico y el desarrollo
social.
Si bien la medicina es ubicua en todo el mundo, se hace difícil
enmarcarla en una definición. El informe Hastings dice [3]:
«…la medicina se percibe como un
conjunto de conocimientos en constante evolución y de una diversidad de
prácticas clínicas sin esencia definida. Los conocimientos y las prácticas de
la medicina serán reflejo de la época y la sociedad de las cuales formen parte,
al servicio de los fines que la sociedad considere oportunos y sujetos a las
mismas restricciones que las demás instituciones sociales. Por tentadora que
resulte la idea de plantear una naturaleza inherente a la medicina, no se puede
distinguir ninguna. En cualquier caso, la medicina debe su riqueza y solidez a
su maleabilidad social y científica.»
Para Ramón Bayés[4],
el Informe Hastings constituye un hito histórico que señala un antes y un
después. Para él, un aspecto fundamental como fin de la medicina es todo lo que
hace referencia al cuidado del paciente, sobre todo en la paliativa. La
medicina tiene un papel importantísimo en la prevención del sufrimiento del
paciente y sus familiares, y es co-partícipe en todo aquello que facilite la
muerte en paz de cualquier ser humano. Es en realidad una puerta a la atención
global.
Existen muchas tradiciones médicas/sanadoras,
en todos los continentes; la china, la hindú (Ayurveda), la ecológica Kawavala en Sudamérica, y
otras muchas que llenan el espacio definido como etnomedicina, además de las populares
y/o folklóricas, y de las llamadas alternativas hoy día. En las sociedades
arcaicas, donde los grupos humanos o bandas eran reducidos, el chamán disponía,
como veremos más adelante, de la capacidad y potestad de curar. Fue el primer
médico. Sin embargo, cuando la sociedad se hizo más compleja y el número de
individuos más abundante, la práctica
médico-sanatoria quedó dividida en dos. Por un lado el médico oficial, adscrito a las
instituciones formalizadas (el poder militar, las monarquías divinas) y por otro el sanador, adscrito
a los cuidados básicos en la red social. El primero dispuso de poder,
conocimiento y prestigio social. Desde la Ilustración ha evolucionado hasta las
formas bio-tecnológicas que conocemos en la actualidad. Los segundos, sin
recursos y denostados por los primeros, desarrollaron la medicina más popular,
el curanderismo, las magias curativas, etc. Han sobrevivido en todo el mundo,
aunque en Europa son escasos debido a la persecución sistemática de la que
fueron objeto desde la Inquisición y la implantación de los sistemas de salud
centralizados en el siglo XIX. Hoy por hoy en Occidente se está llenando este
espacio vacío con múltiples terapias de la llamada New Age.
Cuatro son las medicinas que se van a exponer y
que servirán de ejemplo y marco de este texto. Se han escogido la medicina
occidental actual, la ayurvédica, la chamánica y el curanderismo. Cada una corresponde
a un modelo de estructura social, con sus valores, su acervo histórico, y el
sentido vital y de pertenencia de los individuos que las componen. Estas
estructuras tienen una relación directa con los mecanismos de enfermar y sanar.
En las sociedades arcaicas, menos complejas, los individuos están cubiertos por
un sistema de valores único y global. En las sociedades agrícolas, más
complejas, las instituciones vehiculan la cohesión de los individuos en un
conjunto de valores más o menos general, mientras que en las sociedades
modernas, plurales, conviven grupos con distintas escalas de valores[5].
La medicina occidental es la dominante en la sociedad moderna plural. El
Ayurveda es un ejemplo de la medicina de sociedades complejas, el chamanismo es
la practica sanatoria propia de las sociedades arcaicas, mientras que el
curanderismo es la práctica circunscrita a unos grupos culturales muy específicos.
Como veremos, en la sociedad plural moderna conviven todas ellas. Todas las
medicinas que a continuación se describen, excepto la occidental, están
enmarcadas en un contexto tradicional que en su fundamento varía poco. La
medicina occidental, por su parte, inició un despegue de su marco tradicional
al abrazar el paradigma científico-empírico hace tres siglos, hecho que ha
originado una evolución acelerada.
Todas las medicinas se fundamentan en distintos principios curativos o
sanadores, aunque se sustentan sobre los mismos mecanismos. Los principios pueden
ser diferentes, no así los mecanismos de actuación, que, aunque utilizados con
algunas diferencias, siempre siguen los mismos patrones. A continuación se
evalúan las características de los principios curativos de cada una de ellas. En
el siguiente capítulo se tratará sobre los mecanismos.
Principios curativos
Volvamos
a la pregunta inicial: ¿qué hacen las distintas medicinas? En realidad, se
podría reformular la pregunta de esta otra manera: ¿qué hace cualquier medicina
para conseguir sanar?
La respuesta es que toda medicina se asienta
sobre un marco de referencia o forma de entender el mundo, donde se establecen
unos principios básicos sobre los que se construye una forma de actuar eficaz
para aquellas nosologías que ella misma define. Estos principios básicos
curativos son variables según cada cultura y quedan expresados en la tabla
siguiente:
Forma médica
|
Principios curativos
|
Alopatía
|
Lo contrario cura
|
Ayurveda
|
Reequilibrar los humores
|
Chamanismo
|
Viaje y rescate del mundo paralelo
|
Curanderismo
|
Referencia simbólica
|
Homeopatía
|
Lo semejante cura
|
Medicina China
|
Estimulación de la energía Chi
|
Medicina Kallawaya
|
Reequilibrio hombre-entorno
|
-Alopatía, o lo contrario cura: es el principio
básico de la medicina hipocrática y que ha evolucionado desde hace 2.500 años.
¿Quién no conoce un antitérmico, un antiinflamatorio, un antibiótico? En su inicio la medicina
hipocrática trabajó con humores y con propiedades como calor-frío, húmedo-seco,
etc. De ello no ha quedado prácticamente nada, salvo el concepto de equilibrar
los excesos de reacción de las respuestas
biológicas.
-Ayurveda, o el reequilibrio de los humores: a
partir de una naturaleza fluyente y global, define tres formas de energía
básicas (los humores) que se manifiestan en todo lugar y momento, y que es
preciso mantener en equilibrio para consolidar un estado de salud.
-Chamanismo, o el viaje al mundo de los
espíritus. La potencia mental puesta de manifiesto en los estados alterados de
conciencia permite definir un mundo aparte donde viven los espíritus y que
tiene la capacidad de modificar las enfermedades de los vivos. Sólo unos pocos están
capacitados para acceder a estos mundos y practicar curaciones. Son los
chamanes.
-Los curanderos y la referencia simbólica: el
hombre nace y vive en dos realidades, la biológica y la simbólica. El curandero
tiene la capacidad de detectar aquellos aspectos simbólicos que en un determinado
paciente tienen efectos deletéreos sobre su estado de salud. La aplicación de
determinadas pautas simbólicas permite la sanación.
-Homeopatía, o lo similar cura (Similia Similibus Curantur):
Samuel Hahnemann
(1755-1843) fue su introductor cuando todavía la medicina alopática se basaba en
sangrías, eméticos y purgantes. Su técnica consiste en diluir las sustancias
que aparentemente son causa de las enfermedades. Estas diluciones se hacen
hasta extremos en que las sustancias ya no son detectables. Entonces, y sólo entonces,
se administra la medicación.
-Medicina
china y la estimulación de la energía Chi: la energía Chi, o el humo que se
levanta por encima de los granos de arroz, como describe su ideograma, es el
aliento que da vida[6]. Esta
energía se distribuye en líneas meridianas por el cuerpo. Su estimulación
mediante la acupuntura permite el reequilibrio sanador.
-La medicina Kallawava y el reequilibrio
hombre-entorno: nacida en las montañas de los Andes, concibe al hombre como un
elemento propio del sistema montaña.
La definición de salud proviene de una analogía entre el cuerpo humano y la
tierra, los animales, las comunidades, la realización personal y el respeto de
las costumbres. Para los kallawayas, las montañas, los lagos, la lluvia, el
sol, las plantas y los animales son seres vivos, con familia, con casa, con
nombres. «Para tener buena salud hay que darle de comer a la montaña.»[7]
[1]
Mallart, Lluís. El sistema mèdic
d’una societat africana: Els evozuc del Camerún. Ed. Càtedra UNESCO de Llengües
i Educació. Barcelona, 2008.
[2]
Hastings Center. Informe: Los
fines de la Medicina. Ed. Española Fundació Víctor Grifols i Lucas.
Barcelona, 2004.
http://www.fundaciogrifols.org/collage/images/potter/tempFiles/potterTmpFile_uuid_29235/cuaderno11.pdf
[5]
Berger, P. L.; Luckmann, T. Modernidad,
pluralismo y crisis de sentido. Ed. Paidós. Barcelona, 1997.
[6] Méné, Daniel. La medicina xinesa. Publicacions de l’Abadia de Montserrat.
Barcelona, 2001.
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