lunes, 2 de marzo de 2015

¿Qué hacen las distintas medicinas?

Enfermar y Sanar:  Inicio del Capítulo 8


El poder del hombre reside en su mirada, en el ángulo, el movimiento, la fijeza, la independencia que su mirada conserva y guarda.

Paul Valéry. Cuadernos

Lunes, miércoles y viernes por la tarde debíamos mantener silencio. Mi padre pasaba  consulta en casa, en la parte delantera del inmenso piso de la calle Muntaner, donde había dispuesto el despacho, la sala de espera y la sala de curas. Una tupida cortina de terciopelo dividía en el pasillo la zona no permitida a los niños. A las cinco de la tarde mi padre se investía con una bata blanca de pliegues amplios, se encendían las luces y todo adquiría un aspecto distinto; incluso olía diferente. Se iniciaba un rito. Yo era consciente de que algo importante pasaba detrás de las cristaleras que había más allá de las cortinas aterciopeladas. De vez en cuando algún cliente traía un pollo vivo, que unos días más tarde aparecería en la olla. Otros días un olor de éter invadía la casa, y es que mi padre había pasado unas cuantas horas en los quirófanos de entonces, impregnándose de este analgésico efluvio. Agujas, jeringas y aparatos varios constituían sus útiles, unos útiles a los que trataba con sumo cuidado, incluso se podría decir que con veneración. Enormes libros le rodeaban en su despacho. Yo fui sensible a todo este imaginario mítico, ritual y sapiencial.

¿Qué hacen las distintas medicinas?
En realidad todas intentan lo mismo: sanar. Pero, como ya se ha visto en capítulos anteriores, hay algo más. Cada sistema médico es parte del sistema social y cultural al que pertenece. La medicina ejerce una influencia evolutiva en los sistemas social y cultural al definir en palabras la realidad percibida y la salud, además de utilizar y desarrollar todas las tecnologías a su alcance. La medicina es, en cada sociedad, uno de los centros donde se ponen más de manifiesto los mitos constitutivos de cada cultura. Esto hace que se encuentre siempre en la línea limítrofe a partir de la cual las sociedades y culturas se expanden humanizando la humanidad. Los sistemas médicos, como dice Lluís Mallart[1], se apoyan en el espacio individual del cuerpo humano, en el espacio sociocultural, con su cosmovisión del mundo, y en el espacio físico. La enfermedad se presenta como un hecho orgánico simbólico y social, y las medicinas como un centro de creencias, ayudando a estructurar los márgenes de cada sociedad y su sentido. De esta manera los fines de la medicina se ajustan en cada momento histórico de las distintas sociedades. No siempre la medicina ha tenido los mismos fines, aunque el sanar haya estado siempre delante.
El Hastings Center de Nueva York, dirigido por D. Callahan, realizó en la última década del pasado siglo un estudio sobre los fines de la medicina en la cultura actual que fue ejecutado por equipos de múltiples países occidentales y orientales [2]. Entre los fines adicionales al sanar la medicina debe asumir la prevención de la enfermedad, la promoción de la salud, la paliación del dolor y del sufrimiento, el cuidado a los pacientes y sus familiares, tratar, acompañar y cuidar a los incurables, evitar muertes prematuras y facilitar una muerte tranquila. Ahora bien, definir fines es también definir aquellos que no lo son, como por ejemplo asumir todos los aspectos de la vida que producen malestar u ocupar todo el espacio vital de los ciudadanos al medicalizar todas las funciones posibles. Asímismo, las medicinas deben aceptar con modestia que su participación en la mejora del nivel general de salud de la población en el último siglo ha sido en realidad discreta si la comparamos con la importancia que ha tenido en este sentido el impacto de un mayor nivel económico y el desarrollo social.
Si bien la medicina es ubicua en todo el mundo, se hace difícil enmarcarla en una definición. El informe Hastings dice [3]:

«…la medicina se percibe como un conjunto de conocimientos en constante evolución y de una diversidad de prácticas clínicas sin esencia definida. Los conocimientos y las prácticas de la medicina serán reflejo de la época y la sociedad de las cuales formen parte, al servicio de los fines que la sociedad considere oportunos y sujetos a las mismas restricciones que las demás instituciones sociales. Por tentadora que resulte la idea de plantear una naturaleza inherente a la medicina, no se puede distinguir ninguna. En cualquier caso, la medicina debe su riqueza y solidez a su maleabilidad social y científica.»

Para Ramón Bayés[4], el Informe Hastings constituye un hito histórico que señala un antes y un después. Para él, un aspecto fundamental como fin de la medicina es todo lo que hace referencia al cuidado del paciente, sobre todo en la paliativa. La medicina tiene un papel importantísimo en la prevención del sufrimiento del paciente y sus familiares, y es co-partícipe en todo aquello que facilite la muerte en paz de cualquier ser humano. Es en realidad una puerta a la atención global.
Existen muchas tradiciones médicas/sanadoras, en todos los continentes; la china, la hindú (Ayurveda), la ecológica Kawavala en Sudamérica, y otras muchas que llenan el espacio definido como etnomedicina, además de las populares y/o folklóricas, y de las llamadas alternativas hoy día. En las sociedades arcaicas, donde los grupos humanos o bandas eran reducidos, el chamán disponía, como veremos más adelante, de la capacidad y potestad de curar. Fue el primer médico. Sin embargo, cuando la sociedad se hizo más compleja y el número de individuos más abundante, la práctica  médico-sanatoria quedó dividida en dos. Por un lado el médico oficial, adscrito a las instituciones formalizadas (el poder militar, las monarquías divinas) y por otro el sanador, adscrito a los cuidados básicos en la red social. El primero dispuso de poder, conocimiento y prestigio social. Desde la Ilustración ha evolucionado hasta las formas bio-tecnológicas que conocemos en la actualidad. Los segundos, sin recursos y denostados por los primeros, desarrollaron la medicina más popular, el curanderismo, las magias curativas, etc. Han sobrevivido en todo el mundo, aunque en Europa son escasos debido a la persecución sistemática de la que fueron objeto desde la Inquisición y la implantación de los sistemas de salud centralizados en el siglo XIX. Hoy por hoy en Occidente se está llenando este espacio vacío con múltiples terapias de la llamada New Age.
Cuatro son las medicinas que se van a exponer y que servirán de ejemplo y marco de este texto. Se han escogido la medicina occidental actual, la ayurvédica, la chamánica y el curanderismo. Cada una corresponde a un modelo de estructura social, con sus valores, su acervo histórico, y el sentido vital y de pertenencia de los individuos que las componen. Estas estructuras tienen una relación directa con los mecanismos de enfermar y sanar. En las sociedades arcaicas, menos complejas, los individuos están cubiertos por un sistema de valores único y global. En las sociedades agrícolas, más complejas, las instituciones vehiculan la cohesión de los individuos en un conjunto de valores más o menos general, mientras que en las sociedades modernas, plurales, conviven grupos con distintas escalas de valores[5]. La medicina occidental es la dominante en la sociedad moderna plural. El Ayurveda es un ejemplo de la medicina de sociedades complejas, el chamanismo es la practica sanatoria propia de las sociedades arcaicas, mientras que el curanderismo es la práctica circunscrita a unos grupos culturales muy específicos. Como veremos, en la sociedad plural moderna conviven todas ellas. Todas las medicinas que a continuación se describen, excepto la occidental, están enmarcadas en un contexto tradicional que en su fundamento varía poco. La medicina occidental, por su parte, inició un despegue de su marco tradicional al abrazar el paradigma científico-empírico hace tres siglos, hecho que ha originado una evolución acelerada.
Todas las medicinas se fundamentan en distintos principios curativos o sanadores, aunque se sustentan sobre los mismos mecanismos. Los principios pueden ser diferentes, no así los mecanismos de actuación, que, aunque utilizados con algunas diferencias, siempre siguen los mismos patrones. A continuación se evalúan las características de los principios curativos de cada una de ellas. En el siguiente capítulo se tratará sobre los mecanismos.

Principios  curativos
Volvamos a la pregunta inicial: ¿qué hacen las distintas medicinas? En realidad, se podría reformular la pregunta de esta otra manera: ¿qué hace cualquier medicina para conseguir sanar?
La respuesta es que toda medicina se asienta sobre un marco de referencia o forma de entender el mundo, donde se establecen unos principios básicos sobre los que se construye una forma de actuar eficaz para aquellas nosologías que ella misma define. Estos principios básicos curativos son variables según cada cultura y quedan expresados en la tabla siguiente:


Forma médica
Principios curativos
Alopatía
Lo contrario cura
Ayurveda
Reequilibrar los humores
Chamanismo
Viaje y rescate del mundo paralelo
Curanderismo
Referencia simbólica
Homeopatía
Lo semejante cura
Medicina China
Estimulación de la energía Chi
Medicina Kallawaya
Reequilibrio hombre-entorno


-Alopatía, o lo contrario cura: es el principio básico de la medicina hipocrática y que ha evolucionado desde hace 2.500 años. ¿Quién no conoce un antitérmico, un antiinflamatorio, un antibiótico? En su inicio la medicina hipocrática trabajó con humores y con propiedades como calor-frío, húmedo-seco, etc. De ello no ha quedado prácticamente nada, salvo el concepto de equilibrar los excesos de reacción de las respuestas  biológicas.
-Ayurveda, o el reequilibrio de los humores: a partir de una naturaleza fluyente y global, define tres formas de energía básicas (los humores) que se manifiestan en todo lugar y momento, y que es preciso mantener en equilibrio para consolidar un estado de salud.
-Chamanismo, o el viaje al mundo de los espíritus. La potencia mental puesta de manifiesto en los estados alterados de conciencia permite definir un mundo aparte donde viven los espíritus y que tiene la capacidad de modificar las enfermedades de los vivos. Sólo unos pocos están capacitados para acceder a estos mundos y practicar curaciones. Son los chamanes.
-Los curanderos y la referencia simbólica: el hombre nace y vive en dos realidades, la biológica y la simbólica. El curandero tiene la capacidad de detectar aquellos aspectos simbólicos que en un determinado paciente tienen efectos deletéreos sobre su estado de salud. La aplicación de determinadas pautas simbólicas permite la sanación.
-Homeopatía, o lo similar cura (Similia Similibus Curantur):  Samuel Hahnemann (1755-1843) fue su introductor cuando todavía la medicina alopática se basaba en sangrías, eméticos y purgantes. Su técnica consiste en diluir las sustancias que aparentemente son causa de las enfermedades. Estas diluciones se hacen hasta extremos en que las sustancias ya no son detectables. Entonces, y sólo entonces, se administra la medicación. 
  -Medicina china y la estimulación de la energía Chi: la energía Chi, o el humo que se levanta por encima de los granos de arroz, como describe su ideograma, es el aliento que da vida[6]. Esta energía se distribuye en líneas meridianas por el cuerpo. Su estimulación mediante la acupuntura permite el reequilibrio sanador.
-La medicina Kallawava y el reequilibrio hombre-entorno: nacida en las montañas de los Andes, concibe al hombre como un elemento propio del sistema montaña. La definición de salud proviene de una analogía entre el cuerpo humano y la tierra, los animales, las comunidades, la realización personal y el respeto de las costumbres. Para los kallawayas, las montañas, los lagos, la lluvia, el sol, las plantas y los animales son seres vivos, con familia, con casa, con nombres. «Para tener buena salud hay que darle de comer a la montaña.»[7]



[1]  Mallart, Lluís. El sistema mèdic d’una societat africana: Els evozuc del Camerún. Ed. Càtedra UNESCO de Llengües i Educació. Barcelona, 2008.
[2]  Hastings Center. Informe: Los fines de la Medicina. Ed. Española Fundació Víctor Grifols i Lucas. Barcelona, 2004. http://www.fundaciogrifols.org/collage/images/potter/tempFiles/potterTmpFile_uuid_29235/cuaderno11.pdf
[3]  Íbidem. Pág. 32.
[4]  Bayés, R. Op. cit.
 
[5]  Berger, P. L.; Luckmann, T. Modernidad, pluralismo y crisis de sentido. Ed. Paidós. Barcelona, 1997.
 
[6] Méné, Daniel. La medicina xinesa. Publicacions de l’Abadia de Montserrat. Barcelona, 2001.

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